Bajé del colectivo esa mañana, con la cara fría y el corazón lleno de sentimientos raros. Cincuenta personas éramos, tal vez más, juntas, por la misma causa. Los rostros se esquivaban entre sí, tal vez para no mostrar la profunda angustia que cargábamos. No alcanzaban las palabras, no se si hacían falta, porque todo lo que se hablaba estaba de más... Y entre tanta gente, los espacios para las últimas palabras eran cortos. Los avisos de las partidas hacían aún más tensa la situación, y el horario era una cruel manera de ponerle fin a ese momento.
Fue inevitable, todo pasó por mi mente; las noches de estudio, las risas interminables, los miedos compartidos, los secretos, ese anillo que nos unía, los primeros amores, las historias secretas, las corridas hacia el colegio, las tardes de alegrías... Todo.
No veía más que lo que su rostro me mostraba, la alegría confundida con la angustia y el desgarro. La esperanza de otro mundo con la mezcla de añorar lo nuestro. Las valijas y los bolsos que llevaban parte de la historia y entre todo las historias de cada una de las personas que estábamos allí. Todas y cada una, cada ser con su momento del hoy y de su ayer. Cada espacio con su mundo, y cada mundo con el de ella.
Entonces, de repente me tocó a mí .Sin palabras, con los ojos llenos de impotencia y de una imagen de profunda y corta amistad... la abracé. Nos abrazamos como nunca antes, tan fuerte, tan largo, tan sentido con el alma, no hacía falta nada más... no nacía nada más...
Cuando el último aviso del vuelo puso fin a ese momento despegamos nuestras almas y la escalera mecánica separó aquel momento y girando hacia la puerta de salida miré por última vez la escena, no pude encontrarla entre la gente, no pude más que dejar que el tiempo pase...
Y pasó... pasaron más de quince años y hoy puedo contar con el abrigo de su amistad pura a través de la distancia.
Pasaron cosas durante esos años, buenas y malas, pasaron noviazgos, éxitos, fracasos, viajes, bodas, sobrinos e hijos y todo lo pudimos compartir, tal vez no como algún día soñamos pero siempre con la imagen en el corazón, tal vez sólo recordándonos presentes.
Muchas veces las lágrimas nacían al recordar, o no entender los verdaderos por qué... Con el tiempo y entendiendo desde una visión no adolescente aprendimos a descubrirlo y aceptarlo.
Hoy, amiga, mi corazón te agradece porque no hay distancia que pueda poner fin a nuestro cálido abrazo del alma.
BAMBU
Fue inevitable, todo pasó por mi mente; las noches de estudio, las risas interminables, los miedos compartidos, los secretos, ese anillo que nos unía, los primeros amores, las historias secretas, las corridas hacia el colegio, las tardes de alegrías... Todo.
No veía más que lo que su rostro me mostraba, la alegría confundida con la angustia y el desgarro. La esperanza de otro mundo con la mezcla de añorar lo nuestro. Las valijas y los bolsos que llevaban parte de la historia y entre todo las historias de cada una de las personas que estábamos allí. Todas y cada una, cada ser con su momento del hoy y de su ayer. Cada espacio con su mundo, y cada mundo con el de ella.
Entonces, de repente me tocó a mí .Sin palabras, con los ojos llenos de impotencia y de una imagen de profunda y corta amistad... la abracé. Nos abrazamos como nunca antes, tan fuerte, tan largo, tan sentido con el alma, no hacía falta nada más... no nacía nada más...
Cuando el último aviso del vuelo puso fin a ese momento despegamos nuestras almas y la escalera mecánica separó aquel momento y girando hacia la puerta de salida miré por última vez la escena, no pude encontrarla entre la gente, no pude más que dejar que el tiempo pase...
Y pasó... pasaron más de quince años y hoy puedo contar con el abrigo de su amistad pura a través de la distancia.
Pasaron cosas durante esos años, buenas y malas, pasaron noviazgos, éxitos, fracasos, viajes, bodas, sobrinos e hijos y todo lo pudimos compartir, tal vez no como algún día soñamos pero siempre con la imagen en el corazón, tal vez sólo recordándonos presentes.
Muchas veces las lágrimas nacían al recordar, o no entender los verdaderos por qué... Con el tiempo y entendiendo desde una visión no adolescente aprendimos a descubrirlo y aceptarlo.
Hoy, amiga, mi corazón te agradece porque no hay distancia que pueda poner fin a nuestro cálido abrazo del alma.
BAMBU
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