En el barrio de mi casa hay un terreno de pastura. Dos caballos viven ahí.
De lejos, parecen caballos como los otros caballos, pero, cuando se mira bien, se percibe que uno de ellos es ciego.
Aún así el dueño no se deshizo de él y le consiguió un amigo; un caballo mas joven. Eso es admirable!
Si prestas atención, oirás una campana. Buscando de dónde viene el sonido, verás que hay una pequeña campana en el cuello de caballo mas joven. Así el caballo ciego sabe donde está su compañero y puede ir hasta él.
Ambos pasan los días comiendo y al final del día el caballo ciego sigue a su compañero hasta el establo. Y se percibe que el caballo con la campana está siempre mirando si el otro lo acompaña.
El caballo ciego se guía por el sonido de la campana confiado que el otro lo está llevando por el camino cierto.
Como el dueño de esos caballos, Dios no se deshace de nosotros sólo porque no somos perfectos o porque tenemos problemas o desafíos; él cuida de nosotros y hace que otras personas vengan en nuestro auxilio cuando precisamos.
Algunas veces somos el caballo ciego guiado por los sonidos de las campanas de aquellos que Dios coloca en nuestras vidas; otras veces somos el caballo que guía, ayudando a otros a encontrar su camino.
Y así son los buenos amigos. Tu no necesitas verlos, pero ellos están ahí!
Autor desconocido
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